Parece ser que no, la belleza no es más que simetría y proporciones, sobre todo esto último, proporciones.
Existe un número (más bien una proporción) a la que de forma natural asociamos la perfección, mientras un rostro tenga mas proporciones acorde con este número, más bello nos parecerá. Esta proporción es la conocida como proporción aurea



exo opuesto como sus compañeras simétricas, puesto que nuestro cerebro está capacitado para detectar y considerar sexualmente atractivos aquellos estímulos corporales que son indicadores de un mayor potencial reproductor. Respecto al género masculino, según varias investigaciones la mayor simetría en los hombres corresponde con un esperma más abundante y veloz.

Un barómetro irreal

Desde el mundo científico los que rebaten esta teoría sobre el “ideal simétrico” alegan que, si bien el cuerpo humano posee una simetría bilateral característica, esta no es completa ya que al dividir una fotografía de un rostro en dos mitades podemos comprobar que existe un lado predominante, normalmente el derecho (el izquierdo en zurdos), que es de mayor tamaño que el no dominante. Respaldando esta idea, y en palabras del Nobel de Medicina Jacques Monod, “en el mundo biológico la simetría existe, pero con frecuencia aparece por accidente”. El humano parece ser la criatura que más inclinación siente por la asimetría pues empezando por el cerebro, cada una de sus mitades realiza tareas distintas; y siguiendo por todo el interior del cuerpo,un hígado, dos pulmones diferentes,…, nuestro organismo no cumple dichos cánones. “Cuando miramos las caras como lo hacemos todos los días, cada mitad envía señales diferentes a los dos hemisferios cerebrales, que también son asimétricos en sus funciones. Esto podría explicar por qué una simetría facial perfecta no es crucial”, asegura Dahlia Zaidel, de la Universidad de California.
Sin embargo, mientras se multiplican los estudios y teorías sobre el poder de seducción de las formas simétricas, no debemos ignorar el hecho de que al valorar el atractivo o la belleza entran en juego numerosos factores psicosociales, el doctor Marquardt se atreve incluso a sugerir una finalidad biológica para la belleza. Según el investigador, se trata de un mecanismo para asegurar que los humanos se reconocen entre sí y se sienten atraídos por miembros de su misma especie. Las caras más hermosas son las que resultan más fácilmente reconocibles como humanas, algo que sabemos comparando inconscientemente un rostro con el rostro ideal que tenemos en nuestra mente. “La belleza es sencillamente humanidad”, afirma.
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